EN el invierno, cuando uno se sienta a la mesa ante un caldero mongol y pasa por su agua hirviente las finas tajaditas alborojizas de carne de cordero, tan hermosas como flores, se saborea al...
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EN el invierno, cuando uno se sienta a la mesa ante un caldero mongol y pasa por su agua hirviente las finas tajaditas alborojizas de carne de cordero, tan hermosas como flores, se saborea al...