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Directory Of Year 1960, Issue 1
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UNA CALLE CUENTA SU HISTORIA

Year:1960 Issue:1

Column: ARTICULOS

Author: Por KUO SIUMAY

Release Date:1960-01-01

Page: 30-32

Full Text:  


El nuevo almacén general y la línea de autobuses de la calle Mouchou

El nuevo almacén general y la línea de autobuses de la calle Mouchou


Chang Wan-fa, antes vendedor callejero, maneja ahora un torno y es trabajador modelo de Nankín

Chang Wan-fa, antes vendedor callejero, maneja ahora un torno y es trabajador modelo de Nankín


Nuestra nueva clínica del vecindario, establecida por los doctores que trabajaban antes en consultorios privados

Nuestra nueva clínica del vecindario, establecida por los doctores que trabajaban antes en consultorios privados

HACE ya cinco años desde que nos mudamos al lugar que habitamos hoy, en Nankín, y que conocimos a nuestros actuales vecinos. No se puede decir que cinco años sean mucho tiempo, pero para este país que crece con tal rapidez, como para los niños, no es de ningún modo poco tiempo.

Durante estos años, nuestro pequeño, Jo-ping (que en chino significa «pacífico», aunque nada tiene esto que ver con su naturaleza bulliciosa) se ha transformado, de un bebé balbuciente, en un desarrollado colegial del primer curso, con un buen acento de Nankín. Nuestro hijo mayor, Yen-jen, de 11 años, ha perdido los modales que adquiriera en los Estados Unidos, donde nació. Ha madurado y se ha convertido en un joven pionero con diversos intereses y se comporta con toda la dignidad que corresponde a su pañuelo rojo.

En estos años, en el Seminario Teológico de Nankín, de donde mi esposo es Decano, ha habido cinco graduaciones de alumnos. Cinco veces han florecido las magnolias en nuestro jardín, se han vuelto rojos los nísperos y han descendido al suelo las palmas de los bananos, para levantarse sólo con el regreso de las golondrinas. En los cinco años nuestra inteligente criada ha arrojado su analfabetismo y se ha graduado en la escuela primaria, asistiendo a las clases vespertinas.

Estos cambios en nuestro hogar son nada, sin embargo, si se les compara con los cambios ocurridos en el barrio y en la gente. La calle en que vivimos se llama Mouchou, que significa «no te preocupes». Pero antes de la liberación los vecinos ciertamente se preocupaban, tanto como las gentes de otras calles de otras ciudades de China. Bien podrían haber vivido en la calle «Preocúpate». Sin embargo, desde entonces, las condiciones mejoraron mucho y nuestra calle Mouchou empezó a merecer su nombre.

Nankín fue capital de provincia durante 200 años y bajo el Kuomintang fue la capital del país. Durante todo ese tiempo la calle Mouchou fue famosa por su «mercado oscuro». Todas las noches, cuando había oscurecido, las aceras de la calle se llenaban de pequeños funcionarios cuyos sueldos eran escuálidos para terminar el mes. Esto los obligaba a hacer negocios al margen de su trabajo. Vendían sus propios objetos o los de otros que les caían en suerte, pero no querían ser vistos en estos menesteres a plena luz. También había, por supuesto, otras personas que comerciaban con objetos sobre cuya procedencia era mejor no hacer preguntas. Los emperadores fueron coronados y enterrados pomposamente, los caudillos militares triunfaron y cayeron, pero el mercado oscuro se mantenía.

INMEDIATAMENTE después de la liberación, que llegó como un alba para la vida de millones, el mercado oscuro se convirtió en un mercado matinal. Así estaba cuando llegué al barrio. Todos los días, a las 8 en punto, se oía una campana y los vendedores tomaban sus puestos a lo largo de las aceras. Ya no eran funcionarios. Vendían objetos que habían hecho con sus propias manos o que habían comprado a mayoristas, y llevaban una existencia precaria. La calle era como una feria diaria a la cual venía gente de toda la ciudad y de sus suburbios a comprar diversas cosas.

Pero poco a poco este mercado también fue decayendo. El otoño pasado se había esfumado por completo. ¿Dónde se fueron los vendedores? Las historias de unos cuantos, cuyos puestos estuvieran frente a nuestra casa, son típicas.

El viejo Yen, que vendía botellas raras y latas usadas, se ha ido a unir a su hijo y nuera, quienes tienen la subsistencia asegurada ahora que son miembros de una comuna popular.

El corpulento y ancho hojalatero que componía ollas, juguetes, sillas y mesas, o lo que se le diera, trabaja como mecánico en una fábrica.

El que comerciaba con muebles de segunda mano, «el Gordo», como le decían los niños, es hoy vendedor en una tienda de muebles recién abierta.

La muchacha atractiva de grandes ojos y ágiles manos, que solía vender bonetes y tejer a la vez, trabaja en una hilandería de algodón. Nankín, que antes fuera una ciudad meramente administrativa, tiene ahora muchas fábricas.

Mientras el mercado se desvaneció, la escuela primaria, frente a la casa, creció y floreció. El edificio central, construido con capacidad para 200 alumnos, que en los viejos días provenían sin excepción de la clase alta, se hizo chico para los dos mil o más niños y niñas del barrio. Pero se agregaron nuevos edificios y se agrandaron los terrenos. Hasta en nuestro lado de la calle pusieron un anexo. Nuestros chicos hablan de la «escuela principal» y de la «escuela anexa».

Muy rara vez se encuentra a un niño en la calle entre las ocho de la mañana y las cuatro de la tarde, pues ahora todos los niños en edad escolar están recibiendo educación. Pero antes de las ocho son los soberanos. En mi camino hacia la universidad, donde enseño, me saludan siempre como «la mamá de Jo-ping». Al verles las caras radiantes no puedo dejar de pensar en lo que sería la mayor parte de ellos si no hubiese habido liberación. Muchos serían granujas vagos o ladronzuelos.

LOS años han traído un gran cambio en las vidas de muchos de los compañeros de mis hijos.

Li Chung-fu, a quien llaman «el tigrecito peludo», que es el mejor alumno, vive un poco más allá de la esquina, con su madre, sus tres hermanas mayores y sus dos abuelas. La madre, que quedó viuda antes de que naciera Chung-fu, asumió por entero la carga de alimentar todas estas bocas. Pieza por pieza y uno por uno, vendió caramelos y cigarrillos. Un cliente que hubiera comprado el valor de un yinyuan en su estrecha tiendecilla, habría parecido un enviado del cielo. Cómo se las arregló la señora Li para lograr que sus niños fueran sanos y bien educados, fue siempre un misterio para nosotros.

En 1956 su tienda entró a formar parte de una cadena de administración mixta estatal-privada. Empezó entonces a percibir un salario regular y a gozar de una seguridad que nunca antes había tenido. El crecimiento de la comunidad se refleja en la ampliación de sus negocios, sin exceptuar el de la señora Li. La primavera pasada fue ampliado, reanimado y pintado. Las dos abuelas también trabajan ahí y reciben su ingreso.


Nuestro nuevo cine en la calle Mouchou de Nankín, tiene una capacidad para 2.000 personas

Nuestro nuevo cine en la calle Mouchou de Nankín, tiene una capacidad para 2.000 personas


Fotos de Chang Chu
Yen-jen y Jo-ping cosechan maíz que ellos mismos cultivan en nuestro patio

Fotos de Chang Chu Yen-jen y Jo-ping cosechan maíz que ellos mismos cultivan en nuestro patio

Dos de los muchachos Wang, Chin-chuang y Ying-chuan, son compañeros de curso de Yeng-jen y Jo-ping, respectivamente. Su padre es portero de una iglesia que está a unos pasos, en la misma calle. Además de sus salarios, siempre se le proveyó de vivienda y de un terreno de vegetales, lo cual le habría permitido una subsistencia no tan mala, si los hijos no hubieran venido tan cerca el uno del otro. Nunca se le habría ocurrido al padre la posibilidad de mandarlos a la escuela, si después de la liberación los costos de la enseñanza no se hubieran reducido a casi cero.

Sin embargo, aún entonces había que contar cada centavo antes de gastarlo. Pero vino el gran salto adelante del año pasado que trajo a mucha gente la insospechada oportunidad de empleo. Se pidió a la madre de los niños que fuera a trabajar en una cooperativa de costura, a sólo dos cuadras (la abuela vino a ayudar en el trabajo de la casa). Ahora la familia cuenta con otro sueldo y los niños, todos, tienen abrigos nuevos para el invierno.

Chia-fu, que significa «bendición familiar», es otro de los compañeros de curso de Yen-jen, muy aficionado al fútbol. Su padre era un capitalista. Mimado y acostumbrado a que las cosas se hicieran a su manera desde el primer día de su vida, la vida escolar no le gustó y se dedicó muy a menudo a hacer la cimarra. Pero después de muchas visitas del profesor a su familia y de mucha ayuda de sus compañeros, quienes se reunían para discutir cómo ayudarlo, Chia-fu ha progresado mucho. Sale aprobado en todos los ramos. Fue un gran día para él cuando el director le hizo entrega de una mención honrosa.

No sólo las perspectivas de los niños son mejores, sino también las de todos los adultos. Tomemos por ejemplo el caso del alegre y rozagante vendedor de frutas de la esquina. Yo solía comprarle cuando no estaba de ánimo para ir al centro. Un día, el año pasado, desapareció y encontré en su lugar a una mujer tan alegre y rozagante como él. Era su esposa. Lo reemplazaba porque él había conseguido un puesto en una fundición. Pocos días después, ella también desapareció, para trabajar en un puesto regular. Un anciano, el padre del vendedor, «heredó» la liviana tarea del puesto de frutas.

LA FISONOMIA de la calle también ha cambiado. Cuando llegamos, había, en la otra vereda, al lado de la escuela, una clínica mixta en la cual unos cuantos doctores que trabajaran antes privadamente habían «unido fuerzas» poco después de la liberación. Era una gran cosa para el vecindario, pues cada visita costaba apenas cinco centavos. Fue agrandándose poco a poco. Primero una máquina de Rayos X, luego un departamento de medicina tradicional. Hace dos años, la clínica se transformó en un pequeño hospital, al que se le dio el pintoresco nombre de «Ningún Dolor». Yen-jen y Jo-ping atestiguan que las inyecciones apenas duelen.

Más arriba, por la calle, se ha instalado un hospital de medicina tradicional con 300 camas, un instituto y una escuela de enfermería. A pesar de su corta vida el hospital ha dado sorprendentes resultados en algunos casos de enfermedades «incurables». Un niño afectado de parálisis infantil empezó a caminar después de un tratamiento de acupuntura (terapia de agujas). Se emplean métodos modernos de diagnosis e higiene y en el tratamiento se combina lo mejor de las tradiciones médicas chinas y occidentales.

Al lado se ha abierto una de las muchas nuevas sucursales del Banco Popular de China. No tiene las altas e imponentes balaustradas que desde tiempos inmemoriales han sido el distintivo de los bancos. Pero hay en cambio sillones, revistas, flores y tazas para que los clientes beban agua. Todo se ve como un cómodo salón. Las empleadas hacen lo que pueden por atender a los clientes. Si lo piden, hasta les ayudan a conseguir boletos para el cine.

Ha llegado al barrio un cine para dos mil personas. En los días de fiesta da hasta siete funciones diarias. Al lado han instalado un nuevo Gran Almacén. Ya no tenemos que tomar el autobús para ir al centro cuando queremos salir de compras.

LAS dos escuelas secundarias — una para niñas y la otra coeducacional — no han cambiado mucho exteriormente. Pero los alumnos son muy distintos. Cada vez hay más que provienen de hogares de obreros.

Ahora que los estudios están ligados a la producción, las fábricas han firmado contratos con éstas y otras escuelas para que los alumnos vayan unas cuantas horas a la semana a realizar trabajos livianos. Los niños y niñas también participan activamente en la vida de la comunidad. Ayudan a limpiar las calles y plantan flores a lo largo de las aceras.

La Iglesia Jan Chung, cuya torre es uno de los hitos que señalan este sector de Nankín, ha sido pintada por dentro y por fuera. Está rodeada de verde césped que frecuentan madres e hijos, señalando una nueva relación entre la iglesia y el pueblo. La congregación es muy variada; abarca a dueñas de casa y a trabajadores, a viejos y a jóvenes. Son atendidos por un personal de tres: el pastor, la evangelizadora y el que trabaja con la juventud.

Podría seguir contando muchas más cosas. Y quién sabe cuántos nuevos cambios habrá más adelante. Se dice, por ejemplo, que la propia calle Mouchou, será pronto ensanchada para tener más líneas de autobuses.

¿Cómo será nuestro barrio en cinco años más? ¿Qué nuevos horizontes se habrán abierto para nuestros niños? A juzgar por lo que ha pasado, la realidad será mucho más rica de lo que podamos imaginarnos ahora.


[注释]
KUO SIUMAY es profesora adjunta de lenguas extranjeras en la Universidad de Nankín. En 1951 regresó a China desde los E E. U U. con su esposo, el Obispo Ting Kuan-sun, de la Chung Jua Sheng Kung Jui (Iglesia Anglicana de China), quien es ahora Decano del Seminario Teológico de Nankín.

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